hecho de considerar la piromanía como un trastorno mental no ha estado exento, a lo largo del tiempo, de polémicas.
Los trastornos del control de impulsos se encuentran datados en el siglo XIX, siendo Pinel y Esquirol quienes introducen el concepto de “impulso instintivo” para hacer referencia a él.
Durante el siglo XIX se rechazaba la idea de que la piromanía pudiera considerarse un trastorno mental distintivo.
Autores como Ray (1844) la definían como un tipo de demencia que anulaba la responsabilidad de los actos que la persona cometía.
Henry Ey, uno de los autores, incluye la piromanía junto a otros cuadros como la cleptomanía o algunos homicidios dentro de la categoría de personalidades psicopáticas.
Otros como Stekel (1924) indican que a la base puede haber un conflicto psicosexual que llevaría a la persona a buscar la solución de esta manera. Freud lo argüía a problemas sexuales de carácter homosexual.
Para otros autores como Geller (1987), la piromanía podría deberse a un problema de comunicación, donde los pirómanos serían individuos que poseerían pobres habilidades sociales.
Esto implicaría que la piromanía sería un trastorno donde el individuo mostraría su ira a través de la provocación de un incendio dado que se siente inferior.
Vallejo indica que la piromanía podría ser un trastorno donde el individuo (al margen de su atracción por el fuego) podría demostrarse su valor y capacidad de poder.
A lo largo de las clasificaciones de trastornos mentales, en el DSM-I quedó incluida como un problema obsesivo-compulsivo, desapareciendo de las clasificaciones entonces para incorporarse de nuevo en el DSM-III, donde ya se refiere a un problema de falta de control de impulsos, que continúa en las posteriores versiones del DSM.


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